viernes, 10 de julio de 2020

Cuentos desconocidos - Eduardo Ladislao Holmberg



Cuarta entrega:

Cuentos desconocidos
Eduardo Ladislao Holmberg


Copilación, estudio preliminar
y notas:
Carlos Abraham






ESTUDIO PRELIMINAR


Eduardo Ladislao Holmberg fue el autor más relevante de la literatura fantástica argentina del siglo XIX. Las razones son muchas: la continuidad de su producción (que abarca desde 1875 a 1915), su carácter precursor, su calidad estética y su rol como fenómeno cultural (en él confluyen y se articulan casi todas las corrientes de pensamiento de su tiempo, como el positivismo, el darwinismo y la teosofía).

Nacido en Buenos Aires en 1852, era nieto de Eduardo Kannitz, Barón de Holmberg, quien llegó a nuestro país en 1812 y participó en la Guerra de Independencia. Pasó su infancia en una quinta de Palermo, donde la colección botánica de su abuelo (que había hecho traer especies africanas y amazónicas desconocidas hasta entonces en nuestro país) determinó su interés por la naturaleza. Otra influencia temprana pudo haber sido su encuentro con el naturalista y explorador inglés James Tweedie: éste lo impresionó a tal punto que nuestro escritor, que sólo contaba por entonces cinco años, esbozó al lápiz su rostro con el fin de no olvidarlo. Debido a que por aquel tiempo no existía una carrera universitaria dedicada a las ciencias naturales, ingresó en 1872 a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, con la finalidad de que el estudio de la anatomía humana (y de sus procesos fisiológicos) le proporcionara una formación similar. Nunca ejerció, pues como he indicado esa profesión no constituía su centro de interés.
La mayor parte de su bibliografía está dedicada a la naturaleza. Entre sus trabajos sobre botánica, destacan Ojeada sobre la flora de la provincia de Buenos Aires (1883), Clave analítica de las familias de las plantas (1893), Repertorio de la flora argentina (1902) y Botánica elemental (1909). Entre los que versan sobre zoología, Arácnidos argentinos (1876), Fauna de las sierras del Tandil y de la Tinta (1884) y Fauna de la República Argentina (1898). Buena parte de estas obras contiene información de primera mano, obtenida en viajes de exploración por distintas regiones del país. El primero fue realizado en 1872, bajo el patrocinio de la Sociedad Científica Argentina: visitó Bahía Blanca y la aún ignota Río Negro, recolectando numerosos especímenes que fueron donados al Museo Nacional de Buenos Aires. En los años siguientes estas travesías se multiplicaron con una periodicidad casi anual. Holmberg capitalizó esta actividad cultivando el género de la literatura de viajes, una moda de su tiempo. Algunos textos aparecieron en folleto, como La sierra de Cura-Malal (1884); otros, en publicaciones científicas, como Una excursión por el río Luján (1878) y Viaje a Misiones (1887). Un ameno resumen de sus métodos, escrito para instrucción de las nuevas generaciones, es El joven coleccionista de historia natural en la República Argentina (1905).



También merece destacarse su desempeño como director del Jardín Zoológico de Buenos Aires entre 1888 y 1903. En su gestión se mudó a su actual emplazamiento, los árboles fueron plantados según el sistema de parque francés, se instalaron frisos del escultor Lucio Correa Morales y se adquirió fauna de diversas regiones del globo. Él mismo diseñó los recintos de los animales, procurando que tuvieran la arquitectura típica de la región de que provenían (gótica en el caso de los osos, árabe en el de los dromedarios, etcétera). Fue dado de baja al no permitir el acceso en carruaje al recinto, lo que molestó a algunos funcionarios que tenían esa costumbre.
Se jubiló en 1915, lo que no impidió que siguiera dedicándose a la ciencia: en 1916 fue expositor en el Primer Congreso de Naturalistas Argentinos, realizado en Tucumán, donde expresó su satisfacción por haber sido el primer argentino en enseñado Historia Natural, y el primero que, en sus clases, se valió de ejemplos argentinos”. Sus últimos años fueron silenciosos, debido tanto a los achaques de la edad como a la tristeza por la muerte en 1929 de su hijo Eduardo Alejandro. Falleció en 1937.


La literatura, en buena parte de los autores de la Generación del Ochenta, era una actividad adventicia. No existía un mercado literario que permitiera la profesionalización del escritor, por lo que era imperioso dedicarse a un trabajo de tiempo completo que permitiera ganar el sustento. Con Holmberg ocurrió lo mismo: sus textos literarios son muy inferiores en número a los científicos. Sin embargo, existe una diferencia respecto a sus contemporáneos. En éstos (como Cané, Wilde, Cambaceres) no había vínculos visibles entre la labor artística y la labor cotidiana, que parecían pertenecer a mundos separados. En Holmberg, existe un elemento común entre ambas: la divulgación científica. Como ensayista, no se especializó en un área determinada del saber, sino que abarcó temas diversos de un modo general y sencillo, apto para el consumo por parte de un lectorado amplio. Como narrador, trabajó problemáticas científicas dentro de tramas ficcionales, en un intento de reproducir la máxima verniana de “instruir deleitando”, de difundir los recientes descubrimientos mediante el ropaje ameno de la literatura. Además, el narrador tenía mucho del científico, y el científico (como puede verlo quien recorra su obra de biología) mucho del narrador.

La literatura de Holmberg abarcó géneros variados. El principal fue la ciencia ficción, algo esperable debido a su formación científica, e integrado por las novelas Dos partidos en lucha (1875), donde aparece una polémica entre creacionistas y darwinistas; Viaje maravilloso del señor Nic-Nac (1875), donde un viaje a Marte permite la descripción de una sociedad hiperdesarrollada; El tipo más original (1879), donde el personaje principal es un científico tan extravagante que parece sumido en la locura; y por relatos como “Horacio Kalibang o Los autómatas” (1879), sobre un fabricante de robots, y “Filigranas de cera” (1884), sobre la posibilidad de recuperar los sonidos que han quedado grabados en el cerumen de los oídos, como se grababan los sonidos en la cera de un fonógrafo. También cultivó la literatura fantástica (“El ruiseñor y el artista”, “La pipa de Hoffmann”), el relato policial (“La casa endiablada”, “La bolsa de huesos”), el relato sentimental (“Clara”, “Boceto de un alma en pena”) y el humor (“San Bismo”, “Hurones y comadrejas”), este último dotado por lo general de un toque costumbrista. En su madurez, este abanico se amplió aún más con la publicación de Lin-Calel (1910), extenso poema de cuño indigenista.
Si bien en las últimas décadas han aparecido libros que han rescatado la producción literaria de Holmberg, aún quedaba un puñado de relatos perdido en las páginas de olvidados periódicos y revistas literarias, y que no figuraban en ninguna bibliografía. El presente libro, producto de un largo trabajo de rastreo, trae a la luz esos textos, que no desmerecen de la producción ya reeditada.
El primero es “Vesperus”, una prosa poética aparecida en la revista Buenos Aires Ilustrado.(1) Se trata, probablemente, de un fragmento tomado de uno de sus numerosos apuntes de viaje.
Le siguen dos relatos provenientes de un pequeño volumen titulado Norah(2), púdicamente firmado con los seudónimos Juan Brant, E. C. Laghar y René Pradier, que escondían respectivamente a Eduardo Ladislao Holmberg, Antonio Galarce y Carlos Correa Luna.(3) Holmberg fue responsable de “En el bosque”, de tema oriental y perteneciente al género maravilloso, y de “Caperucita negra”, una dolorosa crónica de la pobreza urbana, al estilo de Dickens.



En su madurez, Holmberg se volvió un asiduo colaborador de revistas ilustradas porteñas como Fray Mocho y Caras y Caretas, alternando entre el fantástico y el realismo costumbrista. Al ser publicaciones que buscaban textos breves y de alto impacto, los relatos de Holmberg aparecidos en ellas difieren en gran medida de su obra anterior, poco constreñida por exigencias editoriales. Las digresiones son escasas o directamente nulas, el estilo se torna conciso y hasta pulido, la trama progresa en intensidad hasta un clímax final y hay énfasis en el uso del humor.
En Caras y Caretas aparecieron “Porque se fija y observa”(4), una viñeta costumbrista sobre la viveza criolla y la ingenuidad de los inmigrantes; “Una pieza única”(5), sobre el tema de la locura; “Incomprensible”(6), una mordaz sátira sobre la política de provincias; “Por el aire”(7), que aborda el tema de la telepatía, y “Ioióla”(8), que combina una trama científica con una sentimental, y que posee ciertas reminiscencias del célebre “La bolsa de huesos”. En Fray Mocho vio la luz “La serenata de Hammerholz”(9), parodia de la música figurativa (que buscaba reproducir, con los instrumentos, sonidos como el canto de los gallos o el fluir de las aguas de los ríos) y del hecho de que el público porteño de la época se mostrase extasiado ante obras en lenguas extranjeras, ya que al desconocer su significado no podían darse cuenta de su contenido pedestre.

El volumen se completa dos textos misceláneos aparecidos en Caras y Caretas. Uno es el ensayo “La evolución del tipo humano”(10), sobre la futura conformación física de nuestra especie; lo he incluido debido a la cercanía de sus especulaciones con las de la ciencia ficción. El otro es la entrevista “Vida admirable de un sabio argentino”(11), realizada por el periodista Carlos Ernesto Mangudo, y que constituye un testimonio de primera mano sobre la vida íntima del autor.
Este grupo de textos es un valioso agregado al vasto conjunto de la obra de Holmberg, ya que expone la variedad de registros de su pluma, que sin embargo nunca prescinde de la inteligencia y del humor.


Notas:

1 Volumen I, pág. 91. Buenos Aires: Imprenta de Jacobo Peuser, 1892.
2 Buenos Aires: Imprenta “La Buenos Aires”, 1899.
3 Remito a la reseña aparecida en La Nación el 26 de marzo de 1899.
4 Nº 337, 18 de marzo de 1905.
5 Nº 364, 16 de septiembre de 1905.
6 Nºs 437-441, 16 de febrero - 16 de marzo de 1907.
7 Nº 579, 6 de noviembre de 1909.
8 Nº 639, 31 de diciembre de 1910.
9 Nº 5, 31 de mayo de 1912.
10 Nº 475, 9 de noviembre de 1907.
11 Nº 1500, 2 de julio de 1927.


SUMARIO

Carlos Abraham: Estudio preliminar

Vesperus
En el bosque
Caperucita negra
Porque se fija y observa
Una pieza única
¡Incomprensible!
Por el aire
Ioióla
La serenata de Hammerholz
La evolución del tipo humano
Vida admirable de un sabio argentino